Siempre me ha suscitado curiosidad el azar.
Las posibilidades remotas de que algo suceda dos veces.
La probabilidad de cruzarte con la misma persona en una ciudad tan grande, es a priori, escasa. Sin embargo, muchas serán las veces en las que esto nos haya ocurrido sin que lleguemos a reparar en ello.
Casi cualquier calle está demasiado concurrida para recordar cada una de las caras que encuentras a lo largo del día y acumularlas a la memoria de las caras que viste ayer, el día anterior, el anterior, etc. Sin embargo, la probabilidad de recordar alguna de esas personas es mucho mayor cuando hace ruido.
Hoy me he encontrado con Doctor Bucketman en el metro de Madrid, y sólo al verle he recordado que ya coincidí con él en otro momento, en otro lugar de la misma ciudad.
De nuevo me paré a escuchar su trabajo, que a nadie pasa desapercibido.
Poco a poco se ha ido convirtiendo en personaje decisivo en cuanto al arte urbano se refiere. Toca aquí y allá. En los pasillos del metro de esta ciudad, ya que hacerlo en la calle está prohibido. En otras ciudades españolas y en diferentes países europeos y de Oriente Medio. Ha sido buscado para realizar anuncios publicitarios, entrevistas y demás y aún le queda tiempo para realizar sus giras libremente.
Este hombre está plenamente dedicado a su labor de músico desde hace veinticinco años. Tiene una gran experiencia acumulada que acredita su buen hacer en esto de la percusión, y ofrece además, un valor añadido con respecto a otros percusionistas actuales y es que es él mismo quien fabrica el instrumento con el que toca: una rudimentaria batería elaborada a partir de cacerolas, sartenes y cubos de pintura.
De esta máquina de hacer música, salen notas de Funky, Drum& Bass, Hip-hop, Break Beat. Fue gestada en época de malas cosechas, cuando algún momento crítico tuvo lugar en la vida personal del artista y, lejos de venirse abajo, decidió dar rienda suelta a su imaginación.
Además de crear su propia batería y tocarla en vivo y en directo para los transeúntes de cualquiera que fuera la ciudad en la que se encuentre, él mismo crea sus propios ritmos. A pesar de la equívoca improvisación con la que pudiera ser relacionado, ensaya cada tono en su «laboratorio», de tal forma que ninguno de los sonidos que ofrece al público son reproducidos al azar, sino elaborados previamente. Siempre suenan del mismo modo, son diferentes unos de otros y hasta tienen nombre.
Aquí dejo un pequeño reportaje grabado en video por Carlos Carcas, donde se muestra algo de su trabajo y la manera en que éste es llevado a cabo.
¡Espero lo disfrutéis y tengáis en algún momento la ocasión de encontrarlo por las calles de alguna ciudad!